
Opina Carlos Bardakian – @CarlosBardakian
Los grandes despertaron justo de la larga siesta -que sin permiso- se habían tomado en el inicio del Apertura. Ganaron por primera vez en la misma fecha, y es noticia en épocas de vacas flacas. Esta octava jornada marcó la recuperación de Peñarol tras alcanzar agónicamente un triunfo tan merecido como necesario frente a un discreto Liverpool; y una goleada categórica de Nacional, en un partido que no fue tal, ante un frágil Boston River. Ganar era impostergable para aurinegros y tricolores, no sólo para intentar borrar la pobre imagen mostrada en la primera parte del certamen y debut internacional, sino para cambiar el humor de cara a los partidos de Copa frente a Olimpia y Estudiantes, en el CDS y GPC respectivamente .
Los «bomberos» carboneros sacaron a tiempo las castañas del fuego, Ceppelini, Carrizo y Laquintana confirmaron que siempre existen titulares y suplentes, y a pesar que el error de Volpi puso en jaque al mirasol, el gol en la hora fue un justo premio a los méritos del ST, y así también un bálsamo para el equipo dirigido por Larriera, quien alineó un once alejado de la rica historia del club.
En Flores, a los 10 minutos la cosa ya estaba juzgada, y al término del PT, sólo restaba conocer cuántos goles convertiría Nacional, que mostró su mejor rostro desde la llegada de Repetto. De la mano de un Felipe Carballo exuberante, con un juego profundo y contundente, los tricolores apabullaron a su rival, seis goles para todos los gustos se transformaron en los rasgos más evidentes de la consolidación de una idea que ya venía asomando en el campeonato local y que el miércoles tendrá una prueba de fuego por la Libertadores.