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CUATRO GATOS LOCOS

Opina Juan Carlos Scelza – @jcscelza

Desde la hazaña de aquel joven que escaló la muralla cual un felino permitiendo el ingreso de
las tropas del ejército de Alonso VI a Madrid, a los nacidos en la capital española se les
denomina “gatos”, pero en realidad gato madrileño, es aquel que descendiente de cuatro
generaciones, circunstancia muy poco frecuente entre los habitantes de una ciudad cosmopolita
y qué desde siempre centraliza como toda capital los principales centros comerciales, laborales
y estudiantiles. De allí, el dicho tantas veces usado “Somos cuatro gatos locos” intentando
escenificar a un grupo minúsculo de la sociedad.

Lo malo no es ser poco, y los sabemos en muchos aspectos, los que nacimos en un país chico enterritorio y mucho más en población. Uruguay ha dado muestras reiteradas de contar con
talentos superlativos y realizar hazañas únicas, sin importar los pocos que seamos. El problema
surge cuando ese grupo minúsculo, en el que seguramente todos conocen la cara y costumbres
del resto, ocupa su tiempo en obstaculizar la prosperidad del otro aun en detrimento de la
propia.

Sobran críticas y faltan ideas, y lo que es peor, no existen proyectos sustentables. Agudizamos
en diagnósticos sabidos de memoria y reiterados hasta el cansancio, sin poner el mismo énfasis
en aportar un tratamiento o aunque fuera un paliativo para intentar sanar o recomponer. Sin
dosis alguna que proporcione mejoría, el enfermo agoniza. Cada vez se ve peor.
Es más fácil convocar un congreso de la ONU, que fijar la quinta fecha del Apertura.
Reglamentos arcaicos, redacciones poco claras, campeonatos que cambian su curso sobre la
marcha, inestables tribunales sujetados con alambre que al poco tiempo consumen a la poca
gente capaz y con ganas y peleas, resquemores, desconfianza, la oposición por la oposición
misma.

En un mundo globalizado, donde tu celular te acerca la información al instante y la tecnología te
muestra cómo se manejan en los lugares más lejanos, ya no queda espacio para la
improvisación. El camino está marcado y el fútbol del mundo pregona especial atención a
jerarquizar el espectáculo, lo que se logra a través de seriedad, planificación, proyectos
sustentables, capacidad organizativa.

Pero acá, en el fútbol uruguayo, “los cuatro gatos locos” se dividen cada vez más impidiendo el
más mínimo avance, corriendo atrás de quimeras utópicas, prometiendo el dinero que nunca
llega, cambios que no fueron tales, poniéndole precios ficticio y absurdo a un producto final que
ellos mismos se encarga de deteriorar con su accionar, buscando poder y perpetuidad y
poniendo piedras en el camino a cualquier movimiento que intente acercarse a un fútbol más
profesionalizado.

Mientras la discusión sea de donde proviene la idea y no como llevarla a cabo, el fútbol
uruguayo seguirá estancado.

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